YO ME CONFIESO
Una mañana muy temprano
en la iglesia penetró
una elegante señora,
¡ay!, derecha al confesor.
- Padre, tengo una pena,
pues hice yo un gran mal,
y la conciencia me grita
que he sido una criminal.
Hace 22 años a un hijo abandoné;
no sé si es vivo, si es muerto,
sobre un barranco yo lo dejé.
Al oír estas palabras
quiso morir de dolor:
- Madre, usté es mi madre,
y no hizo un gran mal,
ni la conciencia le grite
que ha sido una gran criminal.