ACUARELA VERDE OLIVO
I
Es Alcaudete estampa bucólica
de azada y semilla. De brava grandeza.
De sol ardiente que azora y ciega.
De rojo atardecer y despertar violeta.
Ahí está la Sierra Ahíllos
como una encallada nave
con su espíritu de niebla,
en la derrota de un amanecer
que rompe la primera luz,
sobre sus crestas.
II
Nativa de su latido,
amamantada en la entraña de su cielo,
hoy vuelvo a sus arrabales.
Me siento palabra y carne de poeta;
ave con alas de sentimiento.
De ella, patria mía, cantan mis versos;
a veces, con sabor a sales,
cuando se extraña la ausencia,
el sabor de la tristeza
hasta mis labios resbale.
III
Me despierta un bienestar antiguo,
rastro de rezos y fragancias que
me guía hasta la Virgen Fuensanta.
Iluminada sobre el altar,
son sus ojos, estrellas hechas lágrimas.
Y cerquita de la Santa,
susurra la Fuente Amuña:
cáliz de vida, hermosa huerta.
Con hebras de agua empapa
la sequía de esta tierra.
IV
Y la nostalgia me adentra
por el castillo medievo.
Saludo a Santa María,
y deambulo por los cipreses
que dan sombra al cementerio.
Ni la edad ni la distancia,
taciturna en gris del cielo,
han sepultado mi duelo.
Allí se enraízan mis muertos
en las larvas húmedas del tiempo.
V
Desde la esencia del duende,
germina su historia de arcilla en la blanca ladera
donde prendida quedó mi infancia.
¡Ser quisiera, de Alcaudete, tan sólo gota de agua
que brota de entre sus piedras!
Ser cicatriz de viento, monte o acequia
y faenar en mis años, su huella.
Ser hechizo de luna, arrullo que le abraza…
¡Ser quisiera, recuerdos que hilvanen su nombre
en las entretelas del alma!
@ Anif Larom