1944. sabariego

 

Boda en el cortijo Las salinas.

 

El día 16 de octubre de 1944, el cortijo Las Salinas estaba de fiesta. Se celebraba una gran boda.

 

Junto a una preciosa mañana, el patio engalanado con macetas y aromas de flores, se preparaba para recibir a los novios: Ella se llamaba Francisca  y él se llamaba Custodio. Gente de dinero, comentaban en el pueblo.

 

La ceremonia se había oficiado en Alcaudete, en la iglesia Del Carmen. Y, ya casados, volvieron a lomos de un precioso caballo marrón con lunares blancos, atravesando el monte Las Cabreras, pasando por el molino El Moro, para por fin llegar al cortijo Las Salinas. Le acompañaban en la comitiva, la familia y gente más cercana que habían asistido a la boda. Todos a grupas de caballos, mulos o burros. En el cortijo les esperaba casi toda la gente del pueblo que asistiría al banquete.

 

La novia descendió del caballo vestida de raso blanco hasta los tobillos. El pelo suelto y rizado, peinado con tupés a ambos lados de la cabeza, adornada ésta, de una corona y velo de tul blanco. El novio vestía de traje negro, camisa blanca y corbata gris.

 

La madrina iba vestida de verde botella con mantilla negra en la cabeza. El padrino, de traje azul marino.

 

La comilona se celebró en el patio, delante del cortijo.

 

 Los enseres para el banquete eran todos prestados. Los vecinos colaboraban para la ocasión con mesas redondas o cuadradas, sillas, manteles blancos, servilletas, vasos cubiertos, floreros para adornar las mesas…

 

El menú del convite consistía en: Sopa y pavo estofado en salsa de almendras.

 

-La sopa se hizo en calderas grandes de cobre. Se utilizó pan, ajo, huevo duro, azafrán en hebra, cabezas, pies, cuellos y la sangre frita y picada muy fina del pavo.

 

-El pavo se guisó también en calderas de cobre para la numerosa asistencia de personas que eran toda la aldea.

 

Bebida. Acompañando a la sopa, se sirvió una bebida casera llamada Arosol: hecha con café, aguardiente, zarzaparrilla de secano y canela. Se hacía por arrobas, en garrafas de 16 litros.

Se acompañó al pavo con vino blanco, servidos en vasos de cristal pequeños, prestados por los vecinos de la aldea.

 

El postre era de lo que daba el tiempo, melones melocotones, manzanas…

 

Al final de la comida, los novios, los padres y padrinos se situaban tras una mesa larga entre bandejas de bizcochos y puros. Los invitados se colocan en fila para dejar su regalo en una cesta alargada para tal fin. El regalo consistía en dinero. Bien en billetes o en monedas. La mujer regaló tres duros, y el hombre de mejor economía regaló 10 duros.

A la mujer, se le obsequió con un bizcocho, y al hombre, con un puro.

 

Tras los regalos, la verbena.

 

Los músicos eran de La Rabita, pueblo cercano (tres kilómetros de Sabariego), y amenizaron la velada con un clarinete, un acordeón y una mandurria hasta altas horas de la madrugada.

 

@Anif Larom

 

 

Esta historia me la ha contado, a sus 90 años, mi tía Araceli que asistió a esa boda con tan sólo 17 años. Allí, supo por primera vez los sentires del amor por Aniceto Olmo el que, tiempo después, fue su marido.

 

 

 

 

El cortijo Las Salinas a día de hoy.

 

Las Salinas, territorio noble entre olivares y a las faldas del monte Las Hermanillas cuyas piedras contemplan el paso del tiempo.

Bañado por el río San Juan, testigo mudo hasta ahora del trasiego de esta historia.

 

 

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Aldea de Sabariego
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